Escribe: Aníbal Arredondo
Como en Internet hay tanto contenido
disponible, hace poco colgaron una caricatura del país peruano en la que se
veía la presencia de una humilde mujer vestida con uniforme de trabajo (mesera, trabajadora de hogar en
familia extranjera), y en paralelo a la foto aparece la misma mujer saliendo
del aeropuerto Jorge Chávez empujando un trolley cargado de maletas,
elegantemente vestida, tacones altos, cabellos teñidos, chaqueta de cuero. Toda
una fina estampa. Al costado una frase “vete y no vuelvas” señalando el país de
donde regresa.
Esta parodia burlesca y
humillante sobre la vida seria y
delicada de una persona sacrificada
creo que procede de una persona con un mecanismo mental imperfecto, que
según él o ella hace alegoría y filosofía, pensado que le admiren o hacerse de
buena fama.
Si estudiáramos su comportamiento
sabríamos de sus determinados extremos. Y como dice Hobbes llegaríamos a la
conclusión de que “El hombre es el lobo
para el hombre”. Quizá, este gracioso
(a) con su ironía `pensó ascender a un escalafón intelectual y social, enseñando sus dientes de lobo,
creyendo que solo se trataba de una broma (propia de un ignorante). Este tipo
de publicaciones solo refleja que en nuestro país subyace incluso más el racismo y la xenofobia.
Todo el mundo sabe que emigrar es
desplazarse para cambiar su lugar de residencia, dentro de un país y con frecuencia
a países lejanos desarrollados, ya sea por un tiempo o de por vida, convirtiéndose
en inmigrantes en el país de acogida.
Cierto que la emigración es desde
nuestro país voluntaria, por decisión de una persona, una familia, en busca de mejor
vida, por falta de trabajo, por buscar mejor remuneración a su trabajo, por unidad familiar, los mayores de edad para
pasar una vejez digna, por las condiciones que los países desarrollados brindan
a la gente de la tercera edad. Esta migración no es comparable con aquella
obligada por guerras, problemas políticos, que es quizá más dolorosa.
Los jóvenes profesionales, de
nuestra patria y de otros países de
nuestro entorno, que aspiran a mejores
horizontes salen a desafiar a ese mundo que casi siempre ha sido injusta y
hasta brutal con ellos. ¡Y la gente de
nuestro país no entiende por qué hay una fuga de intelectuales que deciden irse
y no vuelven atrás!. Valerosos compiten, con el bagaje de una universidad humilde, con profesionales egresados de universidades
de prestigio internacional que figuran en el ranking mundial. Y casi siempre
triunfan gracias a su empeño e inteligencia, estos son los migrantes exitosos,
que están de médicos en hospitales de Europa, de ingenieros en grandes obras, e
incluso de empresarios.
No se puede mentir, diciendo, que
sólo hay inmigrantes exitosos, hay quienes, que no avanzan mucho en sus nuevos
países de residencia, por falta de una profesión o algo que avale un buen nivel
de trabajo. Aun así viven mejor que en el lugar de donde proceden y esto
justifica que cuando llegan a la capacidad de hacer dinero permanentemente
remesan a su país para la manutención de sus familias.
Estos migrantes con poca suerte tampoco dejan
de ser consumistas, se preocupan por su buena presentación y sus muchos gustos
como premio a su esforzado trabajo y adquieren
nuevas ideas, y con su gran valor
al haber salido con sabiduría y valentía a países muy lejanos donde gobiernan
sus actos sin ser sabios y sin pensar o desperdiciar su tiempo ni preocupación
por el que dirán de ellos.
Los migrantes que llegan a su destino
elegido tienen el derecho de confundirse con gentes de diferentes razas, con
diferentes idiomas, credos y costumbres, y casi siempre lo hacen porque van a países
cosmopolitas. Esta mezcla les concede
ser libres en el país que los alberga, y a una calificación individual
según sus méritos sin consideraciones a la raza, color o lengua. Porque en los países
de acogida, mayoritariamente desarrollados no aceptar
a los de fuera , sería una traición a sus propias leyes muy avanzadas y
sus principios acerca de la igualdad y
los derechos humanos.
Finalmente, los inmigrantes tienen
la facultad y el derecho de volver a su
patria cuando quieran y cuando fuera
conveniente, porque migrar no es “una sentencia” que los impida regresar.
La lejanía te da permiso para
alejarte de quienes alguna vez te hicieron daño y comienzas a rodearte de gente
comprensiva y positiva, mostrándonos que la vida siempre nos da una nueva
oportunidad.
Comparemos la vida con la similitud
de un rompecabezas en que cada pieza tienen una razón, un lugar y un por qué, y
no se debe insistir en colocar las piezas donde no cabe. Evitemos las parodias
malévolas que supongo hacen perder el buen sentido del humor de Dios.
Madrid – Febrero 2019
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