24/1/22

El Porqué de Las Cosas

Escribe: Aníbal Arredondo

En una sobremesa con amigos, encontramos un periódico, en el que se leía la confesión de una mujer promiscua (prostituta), sobre sus propios errores o culpas, que pueden significar toda una verdad humana. La prostituta decía; “no somos robots ni piedra parlantes, trabajamos obligadas por circunstancias crueles; desamparadas, proscritas y sufrimos una tortura mental. Trabajamos por librarnos del buitre del hambre que se aferra con el pico y la garras. Somos madres sin dinero con una acuciante. Pero al fin somos responsables de nuestras vidas como seres humanos. Somos amantes que concedemos nuestro cuerpo pero nuestro corazón ¡no!.

Esta declaración desdichada nos hace ver que, en la vida de este trabajo sombrío de las mujeres dedicadas a este oficio, la idea es sacrificarse. Y desde Adán, ha existido esta mala acción, en este mundo en la que ha estado implicado el sufrimiento de una mujer. Y para este mal no hay soluciones ya que existen fuerzas duras, muy duras en marcha.

Esta triste realidad la conoce el mundo, sin embargo, nuestro pensamiento, sigue con la tendencia de creer que cumplimos en forma rigurosa las vivencias humanas con seriedad, buen comportamiento y en el cumplimiento que se debe hacer y nos sentimos mal ante todo aquello que según nuestra cultura se desnaturaliza y nunca debió pasar.

Esta cultura reflejada sobre todo en la literatura que recomienda la moderación en el comportamiento del ser humano puede tener una buena intención, pero no es realista porque los humanos somos vulnerables a la desnaturalización y esa es la equivocación. Si no fuera así el mundo entero gozaría persiguiendo un ideal como verdadero sin serlo.

Todos los humanos que hemos cometido errores nos podríamos redimir, justificando que se cometieron por incultura y por hambre.

Sabemos que la prostitución en las mujeres es una actividad milenaria de uso diario muchas veces por voluntad de ellas pero también inducidas por hombres crueles, proxenetas que captan incluso a menores para explotarlas sexualmente. La recuperación de estas menores en países desarrollados conlleva la tutela y la recuperación de estas mujeres.

Aquí viene la incoherencia; en general se dice que las prostitutas venden su tiempo y su sexo, pues no. El cerebro humano se ha adaptado a almacenar y procesar tipos concretos de información y se cree que los prostíbulos son tiendas de venta de cuerpo y sexo, y como dice una medico sexóloga; las prostitutas no venden su tiempo ni su sexo solo lo alquilan. En algunos países se venden los riñones, eso si es cierto ya que se quedan sin el riñón por siempre, los riñones no se pueden alquilar y se venden como objetos de usar y tirar si el trasplante es rechazado.

Lo que escribo y comento no es misoginia, aversión, rechazo a estas mujeres, menos repulsión. No, eso hacen pienso yo personas que no han sido suavizadas por el abono de la educación.

La humanidad no es capaz de acabar con la miseria y la desigualdad. La buena vida solo funciona sobre un papel y las situaciones como la prostitución son una secuela directa del hambre, la violencia y muchas veces la droga en la persona marginada y explotada. Muchas veces no vemos el mundo como es si no que lo vemos como queremos.

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