Escribe:
Aníbal Arredondo
El pueblo en el que nací, es un trocito dentro de este
planeta vivo que es la tierra, que se mueve describiendo una órbita alrededor
del sol. De ese “sol” que nuestros
politeístas antepasados adoraron por su calor, la luz y la vida que brinda.
Mi pueblo proveniente de la etnia de los “Marcansayas”,
en medio de la diversidad
de culturas y formas de vida, es
la que me vio abrir los ojos, lactar la
primera leche, oler el sabor de la
tierra en las épocas de sembrío y
cosecha cuando las maizales maduraban. Mi pueblo me vio crecer hasta hacerme un hombre y pertenecer a
una comunidad con destino común, que
heredó el respeto a la naturaleza.
Mi pueblo se llama “Haquira”, fundada el dos de enero
de 1708, por lo españoles, está a una altura de 3635 m.s.n.m. Es la “pachamama” andina de la
que estoy alejado, pero pertenezco a ella, es mi único hogar, mi casa viva, con
una comunidad singular de vida
innegable.
Por eso mi gratitud, mi reverencia y mi amor, y mi
esperanza de prosperidad para que la haga cada día más
grande e importante como lo fue durante
la época de la colonia, y como dijo Pedro Cieza de León, nos dejó una cultura de mestizaje.
En Haquira el huayno
surca el tiempo, para rescatar el sonido de la tradición y conservar el alma de las costumbres
cotidianas, el fervor a las corridas de toros en las fiestas populares, porque
somos descendientes de peregrinos errantes de otros mundos, pero somos la misma
tierra en su expresión.
Por eso en toda mi vida, cuando me ha interrogado: _ ¿De
dónde es usted?, orgulloso he contestado
y contesto: De Haquira, Cotabambas, en Apurímac Perú. Lo digo con orgullo como buen escorpio que soy, analítico, impulsivo, idealista,
perseverantes, obsesivo y algo arrogante.
Lamento muchas veces
ver a personas ruines que niegan
sus orígenes, a sus pueblo, su idioma y con ello los valores
espirituales.
Madrid Agosto 2017
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