7/4/24

"Cumplimos 63 años casados"

Escribe :  Anibal Arredondo

               63 años, muy joven escogí una pareja muy bien elegida para matrimonio. Han pasado muchas décadas y seguimos siendo felices, sin ninguna joroba en la espalda. El sentido de nuestra vida no vino a buscarnos por ninguna magia, para ello tuvimos que salir al mundo para aumentar el ancho de la banda de nuestras experiencias a lo largo de nuestras vidas.

En este largo tiempo de convivencia, nunca hemos sido una familia débil, reducida ni frágil, siempre hemos compartido bienestar y alegría, más que penas. 

La compatibilidad profesional al servicio de la educación, nos ha unido y ahora  analizando el cómo y el por  qué, la dedicación en la misión tan significativa que es enseñar y las verdaderas motivaciones  que subyacen nos han ensamblado a lo largo de los años en los que hemos trabajado, e incluso después.

Todavía no hemos llegado al extremo de un agotamiento que nos haga sentir incapacidad para enfrentarnos a hacer las cosas de forma diferente a cuando éramos jóvenes. Nos gusta viajar a países cercanos, caminatas en los parque, ver películas, y mucha lectura. Tratamos de no recordar los malos momentos y los tiempos de dificultades, y seguir aprendiendo para no perder nuestra memoria. 

Cuando uno llega a ser mayor, va dejando atrás  muchas cosas, vamos sustituyendo  cada uno de los olvidos  con otras experiencias para mantener siempre lo aprendido. Nosotros hemos aprendido a dar importancia a las cosas que verdaderamente son importantes, y muchas las hemos eliminado de nuestra vida. Tenemos un acuerdo de no decir que estamos viejos, no necesitamos que alguien pueda ayudarnos con las cosas básicas. Seguimos buscando la felicidad, y la hemos buscado titánicamente, agotadora mente, las cosas cosas buenas, que en tiempo estaban lejos de nosotros, las hemos obtenido, y nada ha llegado casualmente sino con mucho trabajo.

De repente soy diferente, pero soy el mismo y sigo descubriéndome. En el recuerdo pareciera que hemos  hecho un "clic" para dejar de vivir en un pueblo de una cultura tradicional, con prejuicios, y donde las costumbres no habían cambiado mucho desde tiempos anteriores. Y otro  "clic" para vivir en un país de oportunidades, donde nos gusta ponernos objetivos, ver la realidad, que es una manera de entender las relaciones humanas en una familia y en la sociedad. Esto hace los que vivimos el otoño de nuestra vida, lo vivimos intensamente. 

Mi madre murió  al bajar de un vuelo de avión, tenía un carácter recio, desde siempre me enseñó  a no tener miedo. Ese miedo no existe, nunca tuve miedo de superar algo que me he propuesto, por eso siempre le hecho tierra a la vida.

Recuerdo a mis hermanos, de ocho quedamos dos, y con mi única hermana viva sigo en contacto, podemos hablar y recordar.  Siempre he sido selectivo con mis amigos, pocos pero entrañables, conocí a muchos llegado muy joven a ser socio del Club Internacional del Cusco en Perú, donde me sentí feliz sin receta alguna porque encontré muchos buenos amigos, con algunos aún sigo escribiéndome. 

Mi esposa y yo conocimos la vida en la puna gélida, y en la selva lluviosa y calurosa, gracias a esos lugares en los que trabajamos, muy duro, es que soy la persona que soy hoy. Nuestros hijos todos profesionales  que se desempeñan con éxito en diferentes partes del mundo. Ese éxito nos crea autoestima, al haber logrado la aspiración de una vida mejor para ellos y que puedan vivir en un estado de responsabilidad y felicidad. 

He llegado a la conclusión  que cada uno nacemos y tenemos un camino, pasamos muchos procesos hasta que la muerte nos encuentre, estoy convencido de  "Que nadie muere un minuto antes, ni un minuto después  de lo que le toca".  No hay  nada mejor que ser libre y consecuente con uno mismo.

Perdone si Ud. Ha tenido la bondad de leer estas mis disquisiciones que  hecho a los cuatro vientos, sin tocar la trompeta de la jactancia, ya que solo quería hablar del curso de dos vidas en un matrimonio, tan largo como el mío.