Escribe:
Anibal Arredondo
Para conocer Haquira, pregunta a los caminos serpenteantes
que encuentran pueblos andinos; busca la montaña sagrada INTITIANCCA, donde el
sol declina al terminar el día acompañado con aires fríos que mueven los pajonales, en cuyas faldas
esta HAQUIRA, mi madre PACHAMAMA, patrimonio heredado de mis antepasados.
Allí encontrarás en una gran peña de sillar, como en los
cuentos medievales de un mundo
cruento y doloroso, la cárcel tallada
en sus entrañas, donde clérigos
jesuitas en nombre de Dios, y amparados por la inquisición, torturaban y
mataban a humildes e indefensos nativos
alpaqueros, exigiéndoles confesiones imposibles, señalándolos de idolatras,
herejes y brujos. Cumplida su iniquidad en estas mazmorras se apropiaban de sus
bienes y engrosaban sus arcas.
Estos hechos dolorosos
siempre los pongo en vigencia porque
es parte de la historia de Haquira y no debe perderse en la noche de los
tiempos, porque el peñón es un testigo mudo
que si pudiera hablar cuanto
podríamos saber de las atrocidades cometidas
allí. Y que pasados esos malos tiempos
la peña se ha convertido en una seña de identidad del pueblo que le ha dado un matiz positivo.
Ahora te
canto Haquira un huayno de mi inspiración, porque los sentimientos no se discuten pero se respetan y porque también tengo este canto en el pentagrama de mi alma y en
los bordones de mi guitarra:
Anoche cuando soñaba
En brazos de mi amada
Surcaba tus
cordilleras
Coronadas de nieve.
En el fogoso alazan (caballo) de
mis recuerdos
Sobre el arenal de
plata
Levantaba polvareda
Sumido en el sueño de
mis recuerdos
Bebía lágrimas
amargas
Cual trago
pendenciero
Y en mis oídos
sonaban K´ashuas carnavalescas
Recuerdos de viejos
tiempos de farras inolvidables
Eterno Orqontaki,
nevado solitario
De negra sombra
cuando cae el día
En tus lagunas de
aguas cristalinas beben ariscas vicuñas
Y rojas pariguanas, vuelan en tus cielos.
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