Escribe:
Aníbal Arredondo.
Ojeando
la revista NATIONAL GEOGRAPHIC
HISTORIA encuentro la historia
sui-generis de una mujer del siglo XVII, cuya autobiografía relata hechos
verídicos de su mala acción no solo en España
sino en Perú, chile, Bolivia, Argentina y México por lo que me interesa
contarlo con la venia del historiador José María Gonzales Ochoa autor de la
investigación de estos hechos.
Puede leerlo en sus horas de ocio, más allá
de las cuatro paredes de su habitación,
o en un intenso solitario, Ud. sabe que no hay lectura mala.
En el Siglo XVII alcanzó celebridad CATALINA DE
ERAUSO, una joven donostiarra que decidió vestirse de hombre y marchar a
América donde vivió peripecias dignas de una novela.
En Perú
su cara ayer bravucón. La metió en una riña que acabo con un caballero muerto,
otro herido y ella en la cárcel. Novicia convertida en. Militar, asesina
confesa de al menos diez hombres, pendenciera, ludópata, virgen, lesbiana trasmutada
en hombre.
Catalina
de Erauso es uno de esos personajes novelescos que solo el Barroco y el siglo
de oro Español pueden ayudar a contextualizar. La mayor parte de lo que
conocemos de su vida se debe a una autobiografía que bien pudiera ser un
memorial al rey Felipe IV dilatada para acompañar a una solicitud de una pensión vitalicia.
El
relato lleno de hechos verídicos salpicados de situaciones y coincidencias,
tan forzadas como increíbles, alcanzó fama. Se hicieron dos ediciones de sus
memorias y en 1629, el dramaturgo Juan Pérez de Montalbán, discípulo predilecto
de Lope de Vega. Compuso y presento en la corte “LA MONJA ALFERES”, obra
teatral que marco definitivamente. Al personaje.
Contradictoria
hasta en la fecha de su nacimiento, en sus memorias asegura que nació en San
Sebastián en 1585, pero su partida de Bautizo de la parroquia Donostiarra de
San Vicente indica el 10 de febrero de 1592, hija del capitán Miguel De Erauso,
Catalina era la menor de seis hermanos. A
los cuatro años fue internada junto a sus dos hermanas en el convento de las
dominicas de San Sebastián el antiguo. Inadaptada y rebelde, la trasladan al
convento de San Bartolomé, de normas más estrictas. Oprimida y vejada por una
de las religiosas, Catalina huye del Monasterio con 15 años sin haber llegado a
profesar.
En la
piel de un hombre, su escapada duró varios días, andando sin haber comido más
que hiervas que encontraba en el camino,
llego hasta Vitoria, donde consiguió trabajar en casa de un médico pariente lejano
que no supo reconocerla con sus ropajes de hombre. Pues Catalina había decidido
vivir y vestir como un hombre. Tres meses después huyo de la casa con el dinero
que había robado a su pariente y se estableció en Valladolid, donde se
convirtió en paje del secretario del rey Juan de Loyola de Idiáquez y se hizo
llamar FRANCISCO DE LOYOLA. En sus memorias relata que se encontró allí con su
padre, que no la reconoció.
Catalina vuelve a escapar e hacia Bilbao. En. La capital Vasca apedreó a
unos muchachos que se burlaban de ella he hirió tan gravemente a uno de ellos
que fue encarcelada un mes. Luego paso a Estella en Navarra donde se empleó
como paje de un hidalgo. Dos años más tarde volvió a San Sebastián y un día oyó
misa junto a su madre, “que no me reconoció”, aseguran dijo en sus memorias.
En busca
de nuevos horizontes, Catalina se enrolo en la flota que partía hacia América,
cuando el año siguiente los galeones regresaban cargados con el oro y la plata americana,
Catalina robo 500 pesos del camarote del
capitán de la nave y se escondió en el puerto de nombre Dios hasta que los navíos
estuvieron muy lejos. Siempre viviendo
como Francisco se trasladó a Perú, donde encontró trabajo como ayudante de un
comerciante español al que sirvió con lealtad y diligencia, por lo que al poco
tiempo estaba al frente de uno de los almacene del empresarios en la ciudad de
Saña, pero su carácter bravucón la metió en una riña que concluyo con un
caballero muerto, otro herido y ella nuevamente en la cárcel.
Su amo
la saco de la prisión con el ánimo de casarlo con su propia amante, pero
Catalina se negó y el comerciante lo trasladó a su negocio en Trujillo. Al cabo
de un par de meses apareció el caballero al que había herido en Saña
acompañado de dos amigos. Otra nueva
trifulca acabo con otro hombre atravesando por el estoque de la donostiarra
refugiada “a sagrado” en su iglesia.
AL
SERVICIO DE SU HERMANO. Para que
escapara del cargo de Homicidios de
numerosas deudas de juego. Su amo lograra enviarla a Lima a trabajar en una
tienda de un amigo suyo. En lima según cuenta ella misma, tuvo relaciones con
la sobrina de su jefe, lo que a la postre le costó el despido. Sin dinero ni
trabajo, se alisto en uno de los enganches que reclutaban soldados para
enfrentarse con los indios mapuches en
sur de Chile. “Dispuesta aún andar y ver mundo”. Desembarcó en Concepción
bajo la identidad. De ALONSO DÍAZ RAMIREZ DE GUZMÁN, junto con otros
miles de soldados. Allí vuelve a darse otra de esas fascinantes coincidencias que hacen sospechas que la
memorias de Catalina, tal y como han llegado a nosotros, pueden tener partes de
alguno o algunos autores apócrifos que hubieran ido coloreando los escritos
originales con ánimo novelesco.
Solo así
se entiende que el soldado Alonso se encontrara con su hermano Miguel, a la
sazón secretario del gobernador de Chile. Sin confesarle la vinculación
familiar se hicieron buenos amigos y Alonso se incorporó al séquito personal de Miguel “comiendo en su mesa casi
tres años” sin ser reconocido.
Cuando
Miguel se enteró de que su sirviente cortejaba a una amante suya lo despachó a
correazos al fuerte de Paicabí, un duro correccional en el frente Araucano.
ACENDIDA
A ALFERES. - Cuatro años estuvo Catalina batallando ferozmente contra los
mapuches. El soldado Díaz mostró su valor en varias acciones, la más legendaria
de la cuales fue el rescate de la bandera del batallón robado por los nativos
por lo que su propio hermano Miguel
solicitó que se le diera el cargo de capitán pero, según refiera
Catalina, solo fue ascendidas a Alférez de compañía porque había ahorcado al
líder mapuche QUISPIGUAUCHA, en vez de entregarlo vivo para ser interrogado.
Una
tarde de 1609 acantonada en Concepción en espera de regresar a Lima, en una de las
muchas trifulcas a causa de su afición a los naipes atravesó con su espada a
otro oficial e hirió de muerte al aguacil que iba a detenerla. Siguiendo su
estrategia de siempre se acogió a
sagrado en el convento de San Francisco
y permaneció seis meses cercado por las tropas del gobernador.
Cuando
se relajó la vigilancia, decidió salir para ejercer de padrino de un compañero
suyo en un duelo. En una noche tan
oscura “que no nos veíamos la manos”. Se batieron no solo los dos que se habían
desafiado sino también sus apoderados.
Aparece aquí otra increíble fatalidad, pues el padrino de la parte
contraria. Al que Catalina hirió de
muerte resulto ser su hermano. Por si
esto fuera poco, este fue enterrado en el convento de San Francisco, el mismo
lugar en el que su asesino estuvo escondido otros ocho meses antes de poder
huir a Tucumán junto a tiros dos prófugos en un duro periplo que les obligo a
comerse a uno de sus caballos para sobrevivir.
Allí hizo promesa de casamiento a dos mujeres, de las que tuvo que huir
antes de que se descubriese su verdadera naturaleza.
CONDENADA
A MEURTE,- Catalina alcanzó la villa de Potosí a caballo y allí vivió un par de
años hasta enrolarse en una compañía militar con destino a la región de lo chunchos,
tierras en la que batallo contra los indios con gran ímpetu. Catalina relata un
enfrentamiento con estos, más de diez mil, según ella en el que “volvimos a
ellos con tal coraje e hicimos tal estrago, que corría por la plaza bajo un
arroyo de sangre como un río y fuimos siguiéndoles y matándoles hasta pasar el
río Dorado”
Después
de acumular todo el oro que pudo se silenció y se estableció en La Plata (hoy
Sucre en Bolivia) como administradora de
una viuda rica. Otra vez envuelta en un
asunto turbio fue acusada de rajar la cara a una mujer con una navaja de
barbero, por vengar a su señora, que había sido golpeada en la cara con un
zapato por la malhumorada dama tras una discusión entre ambas.
Huida de
nuevo, anduvo comerciando con trigo entre Cochabamba y Potosí. Pendenciera y ludópata
sin remedio mato a dos hombres en riñas
de juego y a resultas del segundo
homicidio fue juzgada y sentenciada a muerte. Cuando ya tenía la
soga al cuello salvo milagro mente al vida “y dos de los testigos condenados se retractaron y aseguraron, que inducidos y
pagados, sin conocerme, habían jurado
falso contra mi”
A
continuación Catalina viajo sin rumbo hasta que volvió a Cusco donde otra pendencia por naipes derivo a su enésima lance de espadas.
Catalina fue herida de gravedad, pero por sus amigos Vizcaínos “determiné
mudarme de tierra”
Convertida
en una homicida buscada por todo el Perú, finalmente fue reconocida y detenida
en Huanta. Huamanga en Ayacucho, no sin antes de matar a uno de los guardias
que querían prenderla y herir a otros dos más.
Entonces
el Alférez Días, al verse enfrentada a una muerte segura, pidió entrevistarse
con el Obispo Agustín de Carbajal, al que conto en confesión toda su vida y le
revelo el engaño de sus ropas” La verdad es que soy mujer”. El Obispo mando a
dos matronas que reconocieran a Catalina y estas certificaron que era doncella.
El prelado conmovido, pacto que cumpliera su condena en el convento de las
Clarisas de Huamanga.
La extraordinaria
historia de Catalina se hizo pública y
los alucinantes lances de su biografía circularon por todo el Virreinato.
RECIBIDA
POR EL PAPA.- Convertida en una celebridad Catalina fue reclamada por el
Arzobispo de Lima y del Virrey ansiosos de conocerla. Enclaustrada en el
convento de las Comendadoras de San Bernardo,
vivió en Lima dos años, hasta que supo
que nunca haba profesado como monja como
ella sostenía pues en su San
Sebastián natal no paso de novicia.
Arrepentida,
perdonada y exclaustrada en 16254 regreso a España como hombre haciéndose llamar
Antonio de Erauso. En el viaje escribió lo que hoy conocemos como sus memorias.
Después de ser recibida por el rey Felipe IV marcho a Italia donde se entrevistó
con el Papa Urbano VIII, quien le concedió permiso para seguir vistiendo y
firmando como hombre.
A partir
de aquí su leyenda creció pero ella
desapareció de la vida pública. Al parecer regresó a América se dedicó a
trasladar pasajeros y equipajes desde el puerto de Veracruz la ciudad de México
con una recua de mulas.
Murió en
1650 en la localidad de Cuitlactlo.
Madrid
2018
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