27/9/20

Pagamos el precio de haber dañado la naturaleza



Escribe: Aníbal Arredondo

El periodista Eric Sala, que escribe en la revista National Geographic y que informa sobre la pandemia producida por el COVID-19 y el médico Forest Rohwer, brillante ecólogo y experto en el virus de la Universidad Estatal de San Diego.

De este informe tan amplio, trato de resumir partes interesantes, por ser de interés general y lo titulo: PAGAMOS EL PRECIO DE HABER DAÑADO LA NATURALEZA.

Comienzo con tristeza, impotencia y miedo al ver que el virus viene matando a millones de humanos que moramos el planeta. Un virus que desafía a la ciencia y no respeta fronteras de todos los países del mundo. Sala dice; "Al dañar el planeta hemos socavado la capacidad de la naturaleza" Lo demuestra la pandemia COVID-19. 

Los seres humanos llevamos millones de años padeciendo enfermedades causadas por los virus y las bacterias que nos trasmiten los animales salvajes. A medida que ganamos terreno a los hábitats naturales compitiendo con los animales, por el agua, los alimentos y el territorio. Es inevitable que, cada vez haya más contacto físico con ellos, haya más contagios y esto se traduzca en más conflictos y más contagios. Los científicos saben que no todo es sencillo; ver paralizada la vida por obra de un minúsculo virus (COVID-19) ha HUMILLADO A LA HUMANIDAD. 

Concretamente desde China en un mercado de Wuhan donde se venden carnes recién despedazadas de animales muertos salvajes, y otros vivos para consumo humano y sus usos medicinales. El virus probablemente se trasmitió a los humanos a finales del 2019 por vía zoonotica y, en cuestión de meses, la COVID-19 se está llevando por delante a cientos de miles de humanos. Es el depredador preeminente de la tierra en este siglo. 

Esta pandemia es un argumento convincente en favor de algo que creen los científicos y los hombres con sentido común; que la biodiversidad es imprescindible para la salud humana y, en última instancia, para nuestra supervivencia.

 Un estudio del 2020 exploraba la relación entre la abundancia de especies portadoras de virus zoonoticos, y la probabilidad de que estos den un salto a los humanos, descubriendo que los ROEDORES, LOS PRIMATES Y LOS MURCIELAGOS son los mayores portadores que otras especies de animales. Estas conclusiones en base a la bibliografía científica de datos de 142 virus zoonoticos. Cuando degradamos los hábitats, los animales se estresan y liberan más virus. Por eso en los hábitats con diversidad de especies hay más enfermedades. 

En tiempos inmemoriales, la menor movilidad y el tamaño reducido de las comunidades humanas probablemente restringían las enfermedades al ámbito local. Sin embargo, a lo largo de la historia la humanidad ha crecido demográficamente y ha terminado por hacer muy fácil a los virus que han alcanzado el éxito evolutivo. Los que nos hemos concentrado en áreas urbanas de gran densidad poblacional y, gran parte viajamos por todo el mundo como nunca ha hecho ninguna otra especie humana. 

Hemos transformado los habitats naturales en ciudades y tierras de cultivo perfecto para una nueva plaga; la COVID-19.  Es un recordatorio más de que la conservación de la biodiversidad no es lujo de países ricos ni un ideal romántico. Nuestra supervivencia misma depende de que seamos miembros responsables de la biosfera y de la gran comunidad a la que pertenecemos.

¿Y cuál es el riesgo que entraña a las criaturas del mar, que cubre más del 70% de la superficie del planeta? ¿Es la explotación de la vida marítima, otra amenaza para la salud humana? Evaluar la diversidad y la abundancia de todo ser vivo; virus, bacterias, algas, peces e invertebrados y medir como cambia el ecosistema conforme lo perturbe el ser humano. 

Sobre este punto, el brillante ecólogo Forest Rohwer, experto en virus y uno de los primeros en aplicar tecnologías genomicas para estudiar el virus y bacterias en el mar, constató una relación entre el número de microbio en relación con la presencia humana. Observó que la función también cambia radicalmente en aguas cristalinas. Las bacterias pequeñas, como los proclorococos, solo se dedican a hacer la fotosíntesis. En contraste, en aguas turbias un tercio de las bacterias son patogenas, entre ellos varios tipos de estafilococos víricos, que pueden causar afecciones potencialmente letales en humanos.

Si algo hemos aprendido en relación con esta reciente pandemia, es que en lugar de exterminar animales salvajes como los chinos e impedir que nos contagien, deberíamos hacerlas justo lo contrario. Salvaguardar los ecosistemas naturales que constituyen sus hogares y, si es necesario, encauzar de nuevo en el camino hacia la madurez por medio de la renaturalizacion dado que la biodiversidad diluye cualquier virus que emerge y ofrece un escudo natural ante los efectos de los patógenos. 

Por nuestra propia supervivencia hoy más que nunca necesitamos un mundo natural sano que sea nuestro mejor anti virus.

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