27/2/13

Otra cara de un pueblo

Escribe:  Anibal Arredondo

De veintitrés años lejanos volví a Haquira por unas horas y nada más que por unas horas, dándole mi venia a su pasado histórico como un pueblo floreciente y próspero en la colonia, luego, decaído y olvidado en la republica.

En esta visita de poca horas abro mi ordenador biológico, mi mente y recuerdo el ayer de este pueblo oculto entre los andes. Aquella vez su gente vivía contando años, pero no sentían un mayor ideal, sus espíritus rutinarios prejuiciosos los esclavizaban; y el orgullo de muchos no ameritaba un derecho porque solo era vanidad y su realidad era caer como hojas de los arboles cuando llega el otoño perseguido por el invierno.

Bernardo Stamataos “Esta clase de sociedad califica de gente toxica”. La prosperidad de pocos que no dañaba a nadie, creaba odio, envidia, hipocresía, este último siempre dispuesto a adular a los poderosos y menospreciar a los humildes.

El campesinado desde tiempos atrás, quizá desde el coloniaje se había acostumbrado a obedecer y crearse una mentalidad doméstica. Haquira ya era tierra en la que no se podía habitar, todo era una locura, como si almacenaran ponzoña, veneno en sus entrañas como dice Aurelio Denegri en “La Función de la Palabra”.

En estas horas de visita mi sorpresa fue grande, muy grande e inesperada, porque ahora Haquira es protagonista de otra historia social, política y económicamente prospera; ahora bulle una nueva ciudad capital de un distrito de emprendimiento, de nuevas generaciones de gente del lugar y migrantes que se abren en un espacio propio que merecen alcanzar una vida tranquila y digna, de gente que se obligan, pese a sus pocas posibilidades, a convertirlo en una ciudad del presente trabajando día a día.

Se han creado escuelas, colegios secundarios, institutos superiores y hasta un anexo de una universidad. Entonces hay instrucción en todos los niveles lo que faltaría quizá es cultura. (Maximicor decía; “instruir no es educar”). Esperemos que dentro de algunas décadas las nuevas generaciones alcancen ese nivel para una verdadera revolución educativa. Disculpen no soy capaz de juzgar a nadie ¡Claro que no! pero es la verdad.

A sazón de educación, refresquemos nuestra memoria de mucho que todos conocemos, nuestro libertador, Antonio de la Santísima Trinidad Simón Bolívar Ponte Palacios y Blanco, (Así se llamaba este genio), nacido en 24 de Julio de 1783 en Caracas, tuvo la mala suerte de perder a sus padres prematuramente, a su madre a los tres años y al padre a los doce años. Dado su posesión económica ampulosa, fue criado y educado por tutores y profesores de alto nivel pedagógico profesional entre ellos citaremos a Simón Rodríguez que decía; “Si tienes cualidades para ser profesor, es ser creativo y si realmente te gusta podrás encontrar formas cada vez más creativos, porque de cada cien profesores habrá como mucho dos o tres educadores” (Parece pesimismo, verdad?). Rufino Blanco Jonbona, al medir el coeficiente intelectual de Bolívar, dijo; “Bolívar es uno de los más complejos y hermosos especímenes de la humanidad”.

Mi deseo es, con la mayor sinceridad, que el magisterio que labora en Haquira, en su cien por ciento, tenga la capacidad de los dos o tres que cita Ponte Palacios. Porque Haquira merece salir del obscurantismo, y pronto, entonces bien aprovechado serian todas las instituciones educativas que señalamos.

Haquira no ha desnaturalizado sus símbolos naturales, está fijado su folclore en su amplia plaza, sus expresiones tradicionales que ha enriquecido su imagen en sus rostros diversos, alegrías fiesteras, sus nostalgias al ritmo del charango, la flauta y la guitarra.

Esta es la buena cara de Haquira que prospera por las obras que realizan sus hijos que amerita orgullo dentro de la provincia de Cotabambas.

A la lejanía que me encuentro no sé porque tengo que recordar quizá añorar de un pueblo en el que ya no vivo, en el que nada tengo, ni siquiera un amigo del que podría desconfiar, olvidando como había dejado para siempre algo querido pero con resentimiento profundo.

¿Sera que tengo una ley de memoria masoquista? Porque ahora he encontrado en el mundo ingredientes aromáticos de la vida, porque hay tantos lugares y cosas para gozar y porque nuestro paso por la tierra es tan corto que sufrir es una pérdida de tiempo y como dice Germán Arcienagas, una herida profunda necesita muchas curaciones. Volvamos a curar a perdonar hasta que la herida quede totalmente curada para lo cual tenemos siempre un aliado “El Tiempo”. Es cierto que vale la pena perdonar porque no hay más terapia libertadora que el perdón.

Sin preámbulos confieso porque Haquira me trae recuerdos. ¿Cómo no voy a recordar las callecitas empedradas, donde las herraduras de los caballos chirriaban avisando la llegada de un principal, su vetusta catedral barroca, el gigante peñón volcánico en cuyas mazmorras penan espíritus de miles de hombres ejecutados por los jesuitas y lloran cuando llega la soledad de la noche.

No se puede olvidar las casitas en filas mal formadas, unas salientes, otras adentro de cuyos techos, en nevadas glaciales, caen gruesas gotas de agua cuando el sol de la mañana calienta; el graznido de los búhos que alertan a los supersticiosos de una muerte avisada, no se puede olvidar la primera taza de leche caliente en las estancias al llegar, de ese olor de tierra humosa de los pajonales que cubren las montañas. No se puede olvidar a esos hombres y mujeres que crean canciones y dicen sus penas, amarguras y alegrías, cantando en noche de luna o en noches lluviosas y gélidas carnavalescas.

Todo esto paso en dos horas de vivencia en Haquira, adiós.

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