21/6/19

Haquira, una historia olvidada


Escribe: Aníbal Arredondo

Desde que se apertura las carreteras de penetración  desde Arequipa a  Espinar y  Chumbivilcas,  y del Cusco a Chumbivilcas, hace muchas décadas,  para  luego llegar a  Haquira, se  abría una vena de turismo en Haquira, hasta entonces confinada por la distancia a  grandes ciudades debido a su ubicación entre montañas andinas a 3670 m.s.n.m.

Los principales atractivos del pueblo  de Haquira son el monumento penitenciario, llamado “Q'aqa Cárcel” o Cárcel de Piedra, construido por los Jesuitas en el siglo XVII, junto a dos iglesias, una  en vigencia  la de San Pedro y la otra de San Martín, abandonada y deteriorada por el tiempo.

San Pedro y San Martín ambos de estilo Barroco Andino (claramente  notables sus columnas salomónicas) que caracteriza la vanidad y “cursilería” de  la  época del renacimiento durante el Teocentrismo, donde Dios  y la religión ocupaban  el centro del universo de esa época.  

Estos templos estaban ricamente  implementados con marquetería de pan de oro, lienzos de la escuela Cuzqueña,  objetos de oro y plata como los cálices, casullas y  misales tejidos con hilos de oro y plata etc.  Las que fueron  robadas en su mayoría por ladrones sacrílegos  e incluso por los propios clérigos de turno  que pasaron por su administración.

Cuando los españoles se asentaron y establecieron un pueblo, encontraron una masa volcánica de la que extrajeron el material (piedra sillar blanco o ignimbrita) para la construcción, usándola en  la iglesia de San Pedro (Iglesia principal), y en las numerosas viviendas principales, desgastando y dando al peñón  sus características actuales, cuyas huellas son evidentes. 

Posteriormente  en esa mole construyeron la penitenciaria y su tribunal de justicia, este peñón tiene un área de más de 3500 m2 y una altura de  17 metros.

El templo de San Martín  lo construyeron con material extraído de las canteras existentes en la comunidad campesina  de Huistac, donde los restos de las canteras del material volcánico son evidentes, además que todavía en la actualidad siguen extrayendo  material por ejemplo para la construcción de los nichos en el cementerio  general  del pueblo.

La iglesia de San Pedro  presenta  para mí un enigma difícil de  entender, pues le falta la torre de parte izquierda y la torre del lado derecho parece haber sido reconstruido, ya que no es compatible con el tamaño de la  iglesia. ¿Entonces que paso?, ¿no se terminó la construcción  de una de las torres? ¿Hubo un terremoto que  afectó a ambas torres? ¿y solo se  reconstruyo una de ellas?.  Esta incógnita quizá se pueda despejar recurriendo  a los archivos existentes en la curia y otras fuentes posibles de investigar.

El templo de San Martín se encuentra en un estado calamitoso, y poco  se ha hablado de ella, y porque ningún organismo  como el Instituto  de Cultura de Apurímac, se ha interesado y  ha hecho la política del olvido (no hay  nada peor que olvidar las evidencias arqueológicas de su ámbito). Creo que es  necesario aplicarles lo que se decía en la  comedia de Lope de Vega; “Hay que despertar a quien duerme”.

Los municipios de pequeños pueblos todavía  están en  la fase de aprendizaje, cavilando  si la tecnología de este siglo tiene poder o no, pero veneran el momento y  en cuanto a la arquitectura se decantan por construir  grandes elefantes blancos de cemento  sin valorar el legado  histórico  de hace cientos de años.



El turista al llegar a Haquira en visita exclusiva o circunstancialmente, lo primero que hace es visitar la cárcel  histórica (Q'aqa-carcel) para observar su arquitectura interior y exterior, pero no encuentra información alguna, contempla el peñón   mudo testigo de su pasado, una mole sin luz propia como la luna,  pese a tener mucha historia, no una leyenda, no una ficción, pero de la que los responsables no dan información  históricamente contrastada.

¿Y quién es el que debe hablar por este monumento?

Es el  Instituto de  cultura de Apurímac, obligado a hacerlo en forma técnica, organizada y profesional, como la que se hace en cientos de museos del mundo, sobre todo tan organizado como lo tienen en los países desarrollados.

¿Y qué hace el turista al no encontrar información profesional?

Se convierte en un personaje que intuye, deduce, se imagina, atribuye erróneamente  a épocas a las que no corresponde o los motivos que no son ciertos. Pero encuentra una  fácil salida, toma fotos, y publica en las redes sociales las fotos  con sus suposiciones sin consistencia. Esto es un riesgo enorme porque sin sentido de responsabilidad se hacen publicaciones con conjeturas del todo falsas.

Regresemos al pasado;  más de cien  años antes de la fundación española de Haquira  (entre 1578 y 1583), en 1478 fue el año en que los Reyes católicos  de  España fundaron  el Tribunal del Santo Oficio con Ferrán Martínez  (siglo XIII). Ya en el siglo XVII  el comisario general Francisco Borja, da paso para que la congregación de Jesuitas migre de España a los pueblos colonizados en América con el fin de adoctrinar enseñando los principios del catolicismo, y  se llevan  los poderes del santo oficio  para el sometimiento de los aborígenes al catolicismo, y  para el castigo de la herejía, la brujería, la idolatría  etc.  

Así  al llegar a  Haquira un asentamiento  fundado por los primeros colonizadores, y siendo una  zona con riqueza mineral,  los inquisidores requieren de una prisión dura y segura, porque sus fines no solo eran catequizar sino hacer  fortuna para ellos y  para la corona  de España. Se supone que esta cárcel de alta seguridad se construye  en Haquira porque en el tiempo de la colonia posiblemente  fue capital jurídica de la provincia de Cotabambas cuando esta aún formaba parte del departamento Cusco, de allí la importancia y necesidad de esta construcción.

El ingenio de los curas fue hacer perforar el peñón  de lava volcánica por su puesto con mano de obra a pulso. En sus entrañas cavaron calabozos, para hacer la justicia humana achacando a la divina impunemente, sin riesgo alguno, despedazando a míseros hombres indígenas en la mayoría de las veces inocentes, sin haber  cometido delitos, solo por poseer bienes y raíces  y estar arraigados a su cultura.

Esta cárcel de alta seguridad tiene  un calabozo signado con el nombre de Santa Bárbara para varones y  el  de Santa Ana para mujeres. 

El primero tiene tres compartimentos en perspectiva de grande a pequeño, el tercero ya con aire viciado que mataba lentamente  al débil sometido por la poderosa sotana. ¡Que infrahumano¡

Cuando  a la llegada  de la república  se abandona esta prisión, ¿cómo se mostraba?,  pues  tenebrosa, escalofriante  por lo ocurrido allí,  terrorífica como en un cuento de hadas. 

La puerta del patio principal en paredes muy anchas y altas adheridas al peñón tenían unas rejas grotescas de fierro forjado, engarzadas una con otras con goznes, formando  figuras geométricas  (cuadrados en su mayoría), estas rejas se suspendían  y bajaban en forma de guillotina entre las entrañas de la gruesa pared y las de la roca tallada, tanto  al estar suspendida  para  abrir el acceso o cuando  se bajaba a tierra para cerrar  se aseguraban con unos candados hechizos inviolables. El mismo estilo de puertas tenían los calabozos interiores y también las del tribunal  de justicia ubicada por encima de los calabozos  y también tallada en la misma roca.

¿Pero qué paso  con las pesadas rejas de fierro que aseguraban  las puertas del penal? ; El tiempo delato que habían ido a parar a una herrería lejos de la población  como material para fabricar herrajes  para los caballos. Sin las rejas la cárcel  perdió su originalidad.

El tribunal de justicia tiene mobiliario esculpido en las misma rocas y se dice que tras la larga mesa, había una escultura de  Jesús Rey de los Judíos crucificado, con un  cuello movible y era (con la ayuda del juez de turno) el encargado  de dirimir con el simple movimiento de  cuello la sentencia del reo. Pero claro está que se inclinaba mayoritariamente a favor de los verdugos, no siendo  misericordioso. Este último no lo he visto, creo que fue cierto, porque así se ha contado  en  la historia popular ay porque en aquellas épocas utilizaban a Dios  los que más poder tenían.

Posteriormente un alcalde progresista trató de recuperar la fisonomía del monumento, pero este alcalde incauto con más voluntad que conocimiento y por supuesto sin malicia hizo fabricar unas puertas, como si de una vivienda se tratara y le puso dinteles del mismo material, pero la buena voluntad volvió a vulnerar otra vez su originalidad.

Mi petición,  pese a que hace  mucho que no estoy en  mi tierra Haquira es;

1º  Que  no haya falta de atención por parte del instituto  de cultura de Apurímac  al templo de San Martín y que en lo posible haya una dotación económica para estudiarlo y quizá reconstruirlo.

2º  Que sea factible ponerle nuevamente las rejas de fierro a la prisión  para que recobre su originalidad.

3º Que  se pueda enseñar, a los  habitantes y a los turistas, todos los tesoros arqueológicos, lugares históricos  y manifestaciones culturales con información contrastada, dirigida y proporcionada profesionalmente a cargo de las autoridades como el Instituto de cultura, en la que deben de haber profesionales  muy formados.

Si hay discrepancia con el contenido de este artículo  y mis peticiones, hay libertad de expresión para  corregir, pues escribo ya que creo que es mi obligación de apurimeño  del que estoy muy contento.

Madrid, junio de 2019 

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