A la distancia se divisa picachos coronados de nieve lugar paradisíaco andino donde vive una familia dedicada a la crianza de alpacas. Francisco, Josefa, Mallco y Cusi, ésta última adolescente de atributos propios de su edad cabellos negros terminada en gruesas trenzas bajadas hasta las anchas caderas, de ojos negros y grandes como el de la vicuña. Ellos apacentaban su numeroso rebaño en las húmedas pampas perdidas en un cielo cargado de nubarrones.
Las veces que Cusi pastaba su rebaño, de la cueva de un peñón volaba el cóndor sobre el tranquilo pastal, negro chillo cuello blanco cual chalina envuelta anunciando llegar la tempestad. Cusi se aterrorizaba y su lanudo perro “Máuser” se inquietaba, el ruido de los truenos y el ulular de los vientos que azotan los pajonales parecía despertar su corazón golpeado dentro de su pecho. El cóndor revoloteaba entre relámpagos y granizos y “Máuser” aullaba melancólicamente.
La tormenta había cesado, el río que dividía la pampa se había agitado precipitándose a la quebrada cubierta de queuñales (Arboles andinos) Cusi pensaba en el osado ave que con frecuencia la rodeaba, prediciendo alguna desgracia.
Era extraño que el depredador no atacaba al indefenso rebaño que cuidaba; pero Mallco constantemente se quejaba de haber sido acechado e incluso de haberle arrebatado al mas indefenso crió. Sus padres tomaron de negligente a Mallco increpándole que con Cusi no habían pérdidas.
El tiempo transcurría a la presencia del cóndor continuaba incluso con la amicabilidad con Máuser. Un día de sol la joven pastora bajó al río a lavar velloncinos de lana para hilar y tejer su vestimenta; en la soledad después de la faena, Cusi disfrutaba de su consabido fiambre, instantes que “Mauser” se desgalgo hacia la ladera con entrecortados alaridos al notar la presencia de un caballero elegantemente vestido de negro, chalina blanca y corbata roja. Cusi trato de huir abandonado su mojada lana que secaba en el pedregal; el mestizo la agarro de las manos pidiéndole tranquilizarse pues no le haría daño alguno que el solo estaba de paso.
Cusi permaneció, largo rato apoyada contra un pedrón tratando de controlar el huracán de sus sentimientos que la sacudían hasta los huesos quedando desmayada, el perro le había abandonado con la cola entre la piernas.
El tiempo transcurría a la presencia del cóndor continuaba incluso con la amicabilidad con Máuser. Un día de sol la joven pastora bajó al río a lavar velloncinos de lana para hilar y tejer su vestimenta; en la soledad después de la faena, Cusi disfrutaba de su consabido fiambre, instantes que “Mauser” se desgalgo hacia la ladera con entrecortados alaridos al notar la presencia de un caballero elegantemente vestido de negro, chalina blanca y corbata roja. Cusi trato de huir abandonado su mojada lana que secaba en el pedregal; el mestizo la agarro de las manos pidiéndole tranquilizarse pues no le haría daño alguno que el solo estaba de paso.
Cusi permaneció, largo rato apoyada contra un pedrón tratando de controlar el huracán de sus sentimientos que la sacudían hasta los huesos quedando desmayada, el perro le había abandonado con la cola entre la piernas.
Recobrado el conocimiento el visitante había desaparecido y el ambiente se encontraba en circunstancias normales. Bañada en lágrimas contó a sus padres lo sucedido, ellos sin alarmarse dijeron que esas imágenes satánicas aparecían en días crecientes de la luna, recomendándole lavar donde el agua corriera apacible y no en las cascadas donde se poseían.
Las lluvias habían vuelto, los ríos crecieron, la nieve de las montañas se diluían por el fuerte sol de medio día; Cusi había quedado atascada por el río, las aguas no bajaban y el sol se ponía al ocaso, desesperada pedía auxilio y nadie le contestaba solo el eco de las peñas y el aullido de su perro que había vadeado al frente.
Cusi desesperada quedó en trance momentos que aparece el musculoso joven de negro ofreciéndole ayuda, ella subió a su espalda agarrada del cuello del desconocido. El mestizo se transformó en cóndor, desplegó sus alas volando entre formidables montañas posándose en una cueva donde hicieron hogar el cóndor y la pastora.
Descender de la cueva era imposible, ella miraba de la alta peña llorando su desgracia volviéndola el vértigo de la altura a su cautiverio.El cóndor bajaba en busca de sustento para alimentar a su prisionera. Sus padres habían agotado su búsqueda su pericia de seguir huellas cual sabueso habían fracasado, los brujos de la comarca no habían sido escuchados por sus tótem quedando el tiempo encargado de disipar sus penas.
La pastora presentaba signos de embarazo, sus sufrimientos y angustia se ahondaban, lo que se esperaba sucedió con el alumbramiento de mellizos mitad humano y el resto cóndor. Cusi sintió terror al ver estos monstruos hijos del infortunio que al fin eran suyos.
Pidió al cóndor bajarla al arroyo a lavar los pañales, éste felizmente accedió, la puso sobre la espalda y bajaron raudamente. La infeliz se había ingeniado golpear fuertemente los pañales contra las piedras del río para ver si alguien pudiera escucharla y avisar a sus padres; el cóndor paseaba celosamente mientras lavaba luego la subía a la espalda y devolvía a la cueva.
En una de tantas bajadas, una humilde ranita que solía escuchar los golpes preguntó con sigilo ¿por que hacia esto?. Ella en secreto contó su desgracia; la ranita comprendió y ofreció ayudarla. Se fue donde sus padres y avisó que, cada creciente lunar bajaba su hija a lavar pañales, mostrándoles el lugar; los padres se armaron de hondas y piedras esperando que baje el cóndor, atacaron intempestivamente dejando al intruso malherido. Derrotado se volvió a convertirse en el caballero de negro, ofreciendo visitar al bohío de Francisco para zanjar lo sucedido y presentarles a sus nietos.
En este intervalo Francisco, Josefa y Mallco habían cavado profundos huecos en el interior de su casa enterrando grandes recipientes llenos de agua hervida, cuyas tapas simulaban cómodos asientos. La familia llego y la recepción fue muy cortés invitándoles tomar descanso; tal fue la sorpresa que los recipientes se abrieron y fueron a dar al fondo del agua hervida dejando de existir el satánico ave e hijos.
Cusí quedo libre contando su odisea a sus vecinos sabiéndose que contrajo compromiso con el galán prometido antes de los sucesos.
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