Escribe: Anibal Arredondo
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"Recordar es vivir"
Al escribir este artículo, pienso ahora en este momento, que doy gracias a la vida tener suficientes años cronológicos en este tiempo trozado por el hombre, y que mis pensamientos que formar mi existencia y mis experiencias están lúcidas, por que he aprendido a perdonar, tolerar y ser generoso, por que ahora lleve una vida de amor a pesar de que mi alma lleva muchas cicatrices que el tiempo no las puede borrar.
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Haquira Cotabambas 1940: En aquella fecha vivía los últimos años de mi niñez, libre, libre, tenía espacio para respirar, luz, salud, amor de madre, dudo lo de mis hermanos. Tenía el brillo del sol junto a los nevados y pajonales insuperables y no resulta fácil olvidarme.
Veía el alma de los ríos, la luna redonda como una moneda destellada, escoltada por un manto de estrellas plateando las pampas del Orqontaki.
Era libre por que no existía el reformista Velasco, no existía el criminal en potencia Abimael Guzmán, no existía el delincuente abigeo que operaba a mano armada, finalmente no existía el ladrón público el PET-COCOFRI de los gobiernos actuales que arrebatan tierras sin respetar sus títulos so pretexto de amparar a los sin tierra.
Era libre por que no escuchaba discursos falsos, monsergas, peroratas, apologías, arengas, jactancias ni ofrecimientos de políticos corruptos.
Fueron tiempos que el vaivén de la vida nos llegaba a ignorar los grados de cercanía que teníamos con aquellos semejantes que dominan desde la centralista capital. Por eso vivía libre en un mundo sordo y natural.
Mis padres los Arredondo Fernández ó Arredondo Bolívar eran propietarios de varios predios, cada uno en distintos pisos ecológicos a fin de mantener cada especie en su habitad. Sus escrituras de propiedad provenía de la Colonia la mayoría de 1864 como Luychu y Acobamba de Blas Arredondo mi bisabuelo.
Los Arredondo pertenecen a un grupo de linaje Cántabro que llevan por apellido el del lugar de su primitivo asentamiento. Nadie puede ponerlo en duda. Los Arredondo hijos de éstos habían nacido en Haquira, fundada en 1708 a 3520 m.s.n.m. Cada asunto en su tiempo.
Dicen que antes del nacimiento de la propiedad privada. Los hombres en estado natural comuneros inocentes vivieron felices, en completo estado de armonía sin que nadie sea subordinado de nadie, pero la cultura de la propiedad privada había producido la desigualdad entre ellos.
En Haquira cuya edad se pierde en la noche de los tiempos a cuya sombra nace este fenómeno que establece formas medievales de producción, quedando el indígena serrano quechua hablante, analfabeto, minifundista, en tierras poco productivas, poblacionalmente atomizadas centrado en el autoconsumo y un poco de trueque en pequeñas ferias.
En aquellos años se carecía de todo medio de comunicación; nunca había llegado el Estado. Pero los bienes privados y comunales eran respetados por el delito, aún sin mucho cuidado, por que existía respeto a la conciencia moral, era sensato, nadie envidiaba ni ofendía a nadie; por eso no existía remordimiento causado a los menos afortunados ni éstos al que tenía posesiones.
El problema gravísimo era que no existían mercados internos para la venta de lo que se producía, ya no se hable de instrumentos tecnológicos para mejorar la producción y las ganancias. Entonces venia el conformismo exclamando profundamente, “no hay bien que dure siempre, tampoco hay mal que dure siempre”. Esto se aprende con los golpes de la vida y cierto se cumple.
Entonces que hacer con las cosechas de lana y alpaca y oveja. Se tenía que mirar lejos y volar alto hasta alcanzar mercados lejanos como Arequipa, Cusco, Sicuani y Puno cuyas ciudades llegaba en ocho, quince y veinte días por herradura a lomo de bestias, mulas y llamas. Tantos días de caminata sobre la cordillera, por valles interandinos, bajo el frio helado, granizos, ríos caudalosos, la mala alimentación de los conductores, peor de los animales que solo comían algo en la noche para fortalecerse y seguir camino al día siguiente.
El retorno se hacía mucho más pesado, por que el valor de las lanas se convertía en artículos de primera necesidad, arroz, velas, chocolates, etc. En este retorno cuantos viajeros terminaron en la inmensidad del ande atacados por el paludismo adquiridos en los valles arequipeños, quizá un cólico estomacal, una neumonía fulminante o chocarse con hombres toscos sin Ley.
El ganado caballar, mular y vacuno, tenían otros caminos “LAS FERIAS” a igual distancia fuera del departamento. Era un gran reto a la vida y consistía en superar nuestros propios límites, empujándoles a lugares a los que jamás habíamos soñado llegar.
Este ejemplo de un viaje atrevido desde Haquira hasta Pucará-Melgar Puno. “LA FERIA DE PUCARA” había llegado al oído de mi madre. Había disponibles ciento veinte caballares y mulares. Como ella tenía la dureza de la palabra a la muerte de mi padre ordenó organizar el viaje. ¿Cuántos días durará la travesía? Pregunto al ex soldado Agripino Layme Manuel, hombre fuerte de suficiente razón. Durarán quince de ida y quince de vuelta; se requiere mucha comida, licor, coca, toldos, lazos, etc. Lo que interesa es llegar exactamente un día antes de la fiesta de la Virgen del Carmen 16 de Julio.
Así fue, cinco peones arrancaron la tropa chúcara que apacentaba en el paraje Challhuicocha, que por última vez retozaron y huyeron a verdes pajonales, como si adivinaran que este viaje a tierras puneñas sería sin retorno. El largo chicote había doblegado su ímpetu y se encaminaron hacia lugares desconocidos.
El primer día pasaron la frontera a Chumbivilcas, luego a Espinar y finalmente a Santo Rosa Puno, luego a Melgar próximo a Pucará en un tiempo de quince días de viaje ininterrumpido. Se reflexionaba si esto era razonable o era la repetición de la sin razón que alguien había cometido.
Las montañas se perdían en un cielo encapotado. El altiplano abierto infinito amenazaba llover; hacía frio, pero, no lo sentía, por que a la distancia divisamos un remolino de viento oscuro gigante que tapaba como un manto la colina en la que se apoyaba el Santuario de la Virgen. Alguien dijo este viento será la bienvenida que la feria nos defiere a sacrificados feriantes? A medida que se acortaba el casi inadvertido camino gritábamos como Triana, tierra, tierra, nosotros feria, feria, Pucará.
Eran las dos de la tarde, la pampa ferial llamada TABLADA estaba ocupada por miles feriantes peruanos y bolivianos. Habíamos alquilado una tablada para asegurar nuestra vendimia, descansar el cuerpo ya que en el viaje los caballos nos jugaban malas pasadas, pero las cabalgábamos hasta molernos el culo.
Mucha gente nos miraba a los recién llegados con extrañeza y desconfianza pero no dejaban de cotizar el valor de cada animal. Eran gentes de tez oscura y rasgos aimaras quemados por la gélida puna; llevaban en la mano un duro zurriago engastado a un palo llamado Saukanta.
Alguien nos dijo, forasteros, esta gente viene siempre en grupos a comprar, si ofrecieran un buen precio véndanlos, no hacerlo, traería problemas. Aceptamos sus ofertas, lo raro fue que no tomaron en cuenta la edad, él sexo; dijeron todo en brosa, menos una que había quedado muy lastimada del casco por la distancia recorrida. Esto había pasado las primeras horas del día siguiente de nuestra llegada y no quedó nada, solo dinero que contar. Mi madre había llegado por ferrocarril vía Cusco.
La tarde se hizo bullanguera, de intenso colorido en las comparsas, se imponía el eco del charango puneño y las antaras, tragos y comidas, plazas llenas de mercancía, máquinas de cocer, talabartería, orfebrería, abarrotes, telas trasladadas de Arequipa y las tablas llenas de variedad de animales mayores.
Cuando pienso en esos tiempos me da una gran tristeza. Si volviera a empezar lo haría sin cometer error alguno y si pude hacer, por lo general no me arrepiento. Pero es cierto que a algunos nos cuesta reponernos de un fracaso como desanejar tierras sin entender que lo único que queda es ella cuando se acaba todo.
Termino diciendo que siempre estoy triste y preocupado. Para ser sincero. Tanto quisiera saber expresar quebrantado estado de ánimo, por que tengo extraña obsesión de mi tierra, por eso escribo con el invisto espíritu de un hombre andino, con su cósmica, su soledad, su desencanto y quizá su alegría. Pero al fin y al cabo resulta verdad.
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